(1974 – )
En diciembre de 1997, la empresa Pacific Lumber Company firmó con la ciudad de Stanford (California) la tala de uno de los bosques más antiguos y preciados de la zona, donde se alzaban viejas secuoyas de belleza ancestral. De entre todas ellas había una realmente especial, Luna, que contaba ya con más de 1000 anillos en su tronco.
Este proyecto se vio entorpecido por una chica de 23 años llamada Julia Butterfly Hill, más conocida como «Mariposa». Era una chica humilde, hija de un predicador, que había vivido de caravana en caravana, llevando una vida basada en la humildad y el amor a la naturaleza.
Con 22 años sufrió un grave accidente de tráfico con importantes secuelas y que superó teniendo siempre como visión los bosques californianos frente a su ventana. Cuando supo de aquel proyecto, Julia no lo dudó y se subió a la copa de la secuoya Luna, y, desde ahí, pudo ver como la Pacific Lumber talaba los árboles y quemaba otras zonas cada 6 días. Por un tiempo, actuaron como si no les importara que ella estuviera allí, sobreviviendo en una plataforma de 3 metros cubierta con plásticos, con un pequeño hornillo y unos cubos donde recoger agua o hacer sus necesidades. Tenía también unas pequeñas placas solares que le servían para cargar el móvil y así, conceder entrevistas y explicar lo que allí estaba sucediendo.
Los meses pasaban y no dejaron de llegar más y más dificultades: feroces tormentas casi se la llevaron al suelo de no ser por esa unión que estableció con Luna, esa secuoya que, según ella, le hablaba y le indicaba cosas como «las ramas rígidas se rompen, sujétate a las flexibles». Cuando estaba enferma, se valió de muchas de sus hojas y de plantas cercanas para curarse.
Julia bajó de los brazos de Luna un 18 de diciembre de 1999. Sus manos olían a musgo, su cabello a madera, su piel a la brisa del viento húmedo, y su alma a superación. Se celebró un acuerdo en el cual se pudo establecer que nadie talaría a Luna, ni a ningún árbol que estuviera en un radio de 60 metros.