(1849-1944)
Hizo algo que podía considerarse casi un delito para una mujer en 1888: tomar una decisión sin el permiso de su marido. Se convirtió en la primera mujer en conducir un automóvil.
Tras 12h de viaje consiguió repostar Ligroína en las boticas y ella misma hizo varios arreglos en su auto: desatascó una válvula obstruida con un alfiler de su sombrero, cubrió un cable eléctrico pelado con una liga y arregló el sistema de ignición con una pinza del pelo. Inventó las pastillas de freno con las suelas de sus zapatos.
El éxito del viaje no sólo impulsó la carrera de su marido, sino que contribuyó a que otros inventores siguieran investigando.
Y todo gracias a la decisión y atrevimiento de una mujer.
